Para ver más noticias escalofriantes ingrese AQUÍ
Esta columna no es la canción popular del inolvidable Julio Jaramillo, es un recorderis de hace unos 20 años atrás cuando estábamos a escasos meses de las fiestas de fin de año y carnaval. Como todos sabemos, era la llegada y puesta en venta de toda clase de accesorios y objetos comerciales anunciando que la Navidad estaba cerca y hay que estar muy preparado para recibirla. Era un presagio de fiesta, parranda y comilona.
Pues hace 20 años en las emisoras se anunciaba por las casas comerciales la llegada de mercancía propia para diciembre. Toda clase de artículos, desde el pesebre, adornos, hasta la ropa y la comida para sacar a crédito, fiada o el tradicional separado para pagar en enero.
Era una época donde se debía estar preparado económicamente para que no lo fuera a coger diciembre sin plata en el bolsillo y debajo del colchón.
El bullicio en las estaciones de radio eran los estrenos musicales, tanto regionales como los éxitos de las orquestas nacionales anunciando la rumba de diciembre. El disco del año, Los 14 cañonazos, Síganme los buenos, De rumba en rumba, El barrilito y tantos discos de larga duración o elepé, también conocidos como long play que los almacenes de música se llenaban de clientes comprando la música para diciembre.
Lo mismo ocurría con los grupos y orquestas locales que destinaban sus ahorros contratando escasos estudios de grabación para promocionar su producción musical destinada a la rumba de fin de año, la cual desde épocas atrás se inundaba con temas llegados de la zona cafetera y antioqueña, con su inconfundible humor paisa de doble sentido, que ponía a rumbear a cualquiera, cuerdo o en la gran ‘chuma’.
El ambiente se tornaba distinto a otra época del año, las familias se preparaban para hacer los recorridos, como dicen los mayores, el traslado del Niño, con la participación de niños de la cuadra, pues de antelación habría que costear los disfraces para la ocasión. Era un acontecimiento que religiosamente habría de hacerse, los adornos en la calle, los festones que atravesaban todo el barrio dando un singular aroma de fiesta.
Desde octubre se desempolvaban los villancicos y en las emisoras no faltaban las complacencias con el acompañamiento de cantores y la tradicional pandereta. Sí que fueron buenos recuerdos, solo queda las reminiscencias de aquellos finales de año que no solo se congregaba a la familia sino también a la comunidad alrededor de un pesebre, las guirnaldas y el árbol de Navidad.