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La capacidad humorística “gringa” es extraordinaria. El condicionamiento para inducir una carcajada a través de risas pregrabadas, imitadas por numerosos canales de televisión en sus series demuestra que, cuando algo es aburrido, con técnicas aplicadas mentalmente se puede obligar a actuar sin pensar e, incluso, emitir sonidos sin saber por qué.
Lo interesante es la opción de hacer humor de algo que no lo posee, especialmente ahora aplicándolo a la política internacional, como es el caso de los “insectos revolucionarios” que se organizan en guerrillas contra diplomáticos en embajadas no amigas.
Como se sabe, se convirtió en noticia internacional la acusación realizada por las agencias de inteligencia ligadas a la Casa Blanca respecto a la aplicación de técnicas muy sofisticadas y peligrosísimas sobre los funcionarios de la embajada de Estados Unidos en La Habana (Cuba), produciendo mareos, somnolencia, distorsión óptica, estrés, enfermedades incurables y desconocidas, entre otros efectos gravísimos.
Los Medios hicieron eco de esta supuesta táctica malévola acusando ya no sólo al “régimen castrista”, sino que al ver la magnitud de la presunta tecnología empleada concluyeron que únicamente podía ser Rusia la que habría causado intencionalmente "lesiones cerebrales" en sus funcionarios y diplomáticos, a través de sofisticadas y retorcidas armas electromagnéticas o de microondas.
Después de esta noticia, neurólogos que estudiaron a los presuntos enfermos manifestaron que no existía ninguna prueba de las enfermedades y daños causados. Por otra parte, con el objeto de constatar el “ataque”, los científicos Alexander Stubbs de la Universidad de California, Berkeley, y Fernando Montealegre-Zapata de la Universidad de Lincoln en Inglaterra, determinaron que esa algarabía nocturna y supuestos daños no eran de procedencia humana, ni mecánica, ni muchos menos electrónica o de ninguna agencia de seguridad del gobierno de Cuba, ni de ningún asesoramiento con extraterrestres que se servían de ovnis para ese propósito de saboteo, sino que era producida por simples grillos que pululan en el suelo cubano desde hace millones de años, los que se alojan en los cañaduzales de los ingenios azucareros cubanos.
Pese a descubrirse la verdad, se sigue insistiendo en que seguramente espías del Kremlin han aprovechado su extraordinaria capacidad de controlar los grillos de cola corta masculinos para lograr que emitan sonidos de apareamiento que dañan el cerebro de las personas que los escuchen, especialmente en las embajadas contrarias.
Carlos Santa María