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Por primera vez en 22 ediciones, la celebración del orgullo gay en Río de Janeiro que según los organizadores congregó a 800.000 personas, no recibió subvenciones municipales y debió sustentarse en distintos patrocinadores privados, lo que redujo la infraestructura montada para los shows que se tenían previstos.
La manifestación estuvo signada por la palabra “resistencia”, a la que recurrieron tanto los organizadores como los políticos que adhirieron a esta reivindicación callejera de la diversidad. La celebración congregó a decenas de miles de personas en la avenida Atlántica, que bordea la playa de Copacabana, con el fin de defender los derechos de los homosexuales.
El blanco de las criticas en esta ocasión fue el alcalde de Río de Janeiro, Marcelo Crivella, un conservador obispo evangélico, férreo crítico de la homosexualidad y opuesto al casamiento entre personas del mismo sexo, que en Brasil es permitido en lo civil. Pues el mandatario se negó a apoyar la marcha.
A pesar de no contar con el apoyo, la actitud del alcalde también fue motivo de burla por lo que en la jornada se escucharon jocosos cánticos, como un “bésalo a él, bésala a ella, pero no beses la boca de Crivella”, entonado a coro por quienes hacían presencia.
Un grupo de asistentes levantaron carteles con los colores del arco iris y la leyenda “Amar sin Temer”, jugando con el apellido del presidente de Brasil, un dirigente tradicionalista de 77 años.
Brasil es uno de los países que más padece la violencia homofóbica. En 2006, registró 340 muertes, una cada 25 horas, según datos del Grupo Gay da Bahia.