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Es lamentable que día a día se nos caigan las esperanzas de tener una sociedad en paz, sucesos trágicos resultado de un Gobierno poco estratégico a la hora de actuar.
Los líderes sociales, excombatientes y personas relacionadas con ellos, se han convertido en el blanco de grupos o partidos que lo único que buscan son intereses particulares, determinaciones que han cobrado la vida de al menos 700 personas en los últimos tres años y que, no hacen más que poner en riesgo el bienestar y progreso de unos tantos que si quieren un cambio en sus vidas.
La verdad es amarga, cruda y triste, y en Nariño no es la excepción, somos un territorio al que la paz nunca llegó, por el simple hecho de que hemos sido históricamente olvidados por el Gobierno.
Estamos hablando de un territorio en el que han ocurrido atroces hechos victimizantes; desplazamientos, extorsiones, secuestros, homicidios y delitos contra la integridad sexual.
Territorios estratégicos que han sido mal aprovechados, que han sido violados y vulnerados, pero nadie responde, mucho menos actúa; lo evidenciamos con los casos más recientes del asesinato de la personera y el periodista en el municipio de Samaniego; investigaciones estancadas, sin progreso.
Este es un llamado de emergencia a todos y todas, a representantes políticos, autoridades, líderes sociales y comunidad en general; los acuerdos de paz se deben cumplir tal cual están firmados y es cuestión de nosotros gestionar y presionar, velando por los derechos de los nuestros.
Esto no es algo nuevo, el conflicto armado ha accionado desde hace más demedio siglo, no se han querido tomar en cuenta las causas del mismo y las cuales han sostenido su prolongación. Y no porque no se hayan demostrado, sino debido a la intención de algunos de no querer ver esa realidad.
Es como hacer recurrente el ejercicio del avestruz de meter la cabeza en la tierra para esquivar el entorno externo. Esa misma posición ha debilitado la posibilidad de buscar una salida negociada que lleve a un compromiso de paz a las partes contrapuestas.
Por: Marcela Pérez