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Al calificar como unos comicios aterradores los que acaban de llevarse a cabo el pasado 27 de octubre en nuestro departamento de Nariño, no estamos pecando de exagerados, ni mucho menos.
Es más, nos parece que nos estamos quedando cortos, puesto que en desarrollo de este proceso electoral, donde elegimos a nuestro próximo gobernador, así como los alcaldes, diputados, concejales e integrantes de las juntas administradoras locales, se presentaron unos acontecimientos espantosos que nunca antes se habían registrado en esta zona sur del país.
Siguiendo un orden cronológico podemos decir que las grandes irregularidades en estas elecciones para autoridades regionales comenzaron con la guerra sucia declarada en las redes sociales, en las que se destiló veneno en cantidades industriales en contra de los candidatos a las diferentes corporaciones, quienes con todo lo que se escribió en contra de ellos quedaron reducidos a la calidad de vulgares y, a la vez, peligrosos delincuentes.
Los hechos en detrimento del normal desarrollo de las elecciones prosiguieron con el escandaloso caso de un candidato a la Alcaldía del municipio de Potosí, quien de acuerdo con las autoridades durante su campaña fingió un secuestro con el propósito de ganarse la simpatía de los electores y con el incremento de la trashumancia electoral o trasteo de votos que contaminó las inscripciones de miles de cédulas en la tercera parte de los municipios nariñenses.
Pero lo peor estaba por llegar. A pocos días para la realización de las elecciones, se produjo la captura por parte de las autoridades de los dos candidatos a la Alcaldía del municipio de El Rosario, noroccidente de Nariño, sindicados de los delitos electorales de compra y trasteo de votos.
De esta manera, en una situación que nunca había ocurrido en Nariño, en Colombia y en el mundo, el 27 de octubre la gente de El Rosario votó por unas personas que se encontraban privadas de la libertad y una de ellas fue elegida como alcalde, mientras que los dos aspirantes permanecían encerrados.
Nos estamos refiriendo a una situación aberrante e insólita a la vez, que como era de esperarse, traspasó las fronteras de Nariño y le ha dado la vuelta al mundo en medio del estupor general.
Para completar este oscuro e increíble panorama, en la noche del 27 de octubre se alteró el orden público en varios municipios nariñenses. Hubo entonces actos de vandalismo, en poblaciones como Santacruz, Providencia y Puerres, entre otras, dando lugar a escalofriantes hechos que dejaron estupefactas a las autoridades electorales.
Es así como en el municipio de Santacruz una turba enloquecida privó de la libertad al registrador quien fue arrastrado hasta la plaza principal del pueblo, en donde se le amenazó con ser quemado vivo si no reconocía que había habido fraude en los comicios electorales, hecho que le ha causado a este funcionario perjuicios emocionales, ante los espantosos instantes que le tocó afrontar.
Igualmente en el municipio de Providencia el registrador tuvo que escapar de quienes pretendían lincharlo, bajo la acusación de haber cohechado un fraude electoral y para poder salvar su vida se vio obligado a disfrazarse de policía.
Ante esta serie de escabrosos acontecimientos no podemos menos que compartir el pasmo de los señores delegados departamentales de la Registraduría Nacional del Estado Civil, Claudio Pulido y Roque Martínez, quienes no salían de su asombro al informar sobre estos aberrantes hechos que sin ninguna duda harán de estas elecciones una de las más aterradoras en la historia de los procesos democráticos en el departamento de Nariño.