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Al respecto de las elecciones pasadas, reflexionamos: a muchos nos descorazona, nos genera un sentido de impotencia y también nos coloca en un estado de alerta, porque de alguna u otra manera el espíritu de rebeldía que ha caracterizado a los pastusos ha sido derrotado, amén de las promesas que los gobiernos incumplen o pactan con los electores que como borregos acudieron a las urnas ya sea por la dádiva o porque votan engañados o emberracados.
Muchos no estarán de acuerdo conmigo, sin embargo, si hay algo cierto es que, mientras esa lucha declina en Pasto, porque los egos o la falta de liderazgo oportuno ha llevado a la debacle, el resto de colombianos demuestra que van en la verdadera unidad, con coherencia en sus criterios y proyecciones y enfocados para pelear por sus derechos, más que por ideologías, estar en centrados en causas comunes que solucionan su bienestar y armonía. Obvio que hay excepciones donde los tradicionales ganan, pero ya se van asustando al mirar las tendencias.
Ya quisiera yo, que muchos que miran estas elecciones desde su zona de confort reflexionaran sobre lo que es unidad y organización, poniéndole el pecho a lo adverso para no ser pisoteados ni humillados.
Pero el gobierno, antes de optar por una política de servicio, está optando por más recortes y menos inclusión. Para muestra lo que se viene en materia laboral, un retroceso a la caverna, ni siquiera en los parámetros del neoliberalismo, sino al servilismo a ultranza, donde los derechos adquirido van a ser pisoteados a pupitrazo limpio.
Pero ¡ojo!, eso puede ser una bomba de tiempo y los colombianos, a pesar del miedo subconsciente y colectivo, pueden optar por el camino de Ecuador y Chile. Solo basta la gota que rebose el vaso y derrotar a quien es débil en su discurso, porque siempre tendrá que reprimir a su interlocutor a la fuerza en lugar de propiciar el diálogo y la concertación.
Hay que seguir dándonos la pela, y miremos a futuro, porque no queremos ver a muchos quebrándose el espinazo por jornadas laborales miserables y sin condiciones dignas para vivir.
Por Daniel Olarte Mutiz.