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Hoy es 11 de noviembre: 209 años de la independencia de Cartagena. A propósito aquí en Colombia si se habla de independencia automáticamente la memoria nos transporta a diferentes escenarios del territorio nacional que la historia patria desde nuestra niñez, nos señaló como evidencia geográfica de haber sellado allí la liberación del yugo español.
En aquel entonces revestidos de una ingenuidad y sencillez sin límites fuimos fáciles receptores y al tiempo como dóciles recipientes que tragamos todo entero con lo que no sólo exaltamos al máximo a esos héroes que los maestros en clase los clasificaron en el top de los grandes, además de meternos en la cabeza la idea que en los campos de batalla dejaron hasta la última gota de sangre para entregarnos un estado libre y soberano.
Han pasado los años para unos y para otros, pero poco a poco han ido apareciendo investigadores que ahora dejan al descubierto lo bueno, lo malo y lo feo de quienes fungieron como los abanderados de la gesta libertadora. Y al conocerlo ya en edad adulta, qué decepción tan grande. ¿Cuántos interrogantes y qué calificativo se les podían dar a la falsa imagen de aquellos hombres?
En los actuales momentos, al igual que en tiempos de la esclavitud, cuántas cosas nos tienen sometidos y nosotros quizá por el corre-corre de la vida las pasamos inadvertidas. Veamos, por ejemplo, que los sistemas de gobierno desde la época de la República han mostrado que no han sido coherentes, ni han marchado al compás de las necesidades de la comunidad. Cada vez más impuestos y con alto valor progresivo.
El comercio que incluye a los grandes empresarios ha mentalizado tanto a la sociedad de consumo que ya se ha tomado como vieja costumbre adquirir casas, aparatos electrodomésticos, ropa y toda una serie de elementos de presentación personal de gusto continuo que la gente sin importar el estrato se ve tentada a comprar y lo hace, más como una especie de compromiso social, sobre todo en ocasiones especiales, hasta llegar a endeudarse afectando el presupuesto familiar.
Hacen parte de la esclavitud los servicios públicos que cada día alarman a la ciudadanía con facturas de elevados costos y en muchos casos sin posibilidades de hacer reclamos, eso sí con la obligación para el usuario de buscar abogados, o de recurrir a la superintendencia en donde la solución no es tan inmediata. Ah... y qué decir de la esclavitud provocada por la pandemia que ha cambiado en el mundo los cánones de la vida normal con un estado de privación.
Y en la emergencia que viven todos los países, resulta paradójico, porque piensan unos que liberarse del Covid-19 es salir a la calle con la ilusión de que ya pasó la etapa más crítica. Pero lo que muchos no entienden es que el virus está activo causando en algunos casos rebrotes, y pese a las recomendaciones de autoridades gubernamentales y de salud continúan aumentando los contagios.
Así que a estas alturas de qué tipo de independencia podemos hablar si estamos atados de pies y manos por muchas cadenas de esclavitud. Sin embargo no hay que perder las esperanzas. Mientras tanto con el autocuidado hay que seguir pidiendo a Dios para que pronto podamos liberarnos de todo y allí sí gritemos con todas las fuerzas del corazón ¡Somos libres!
Por: Sofonías Rodríguez M.