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La continuidad de los episodios de extrema violencia que durante todo el año han azotado a Tumaco y a la costa pacífica de Nariño en general, se constituye en una situación aberrante, puesto que a pesar de los permanentes clamores de auxilio por parte de los moradores de esta importante región de nuestro departamento, nada se ha podido hacer para enfrentar esta calamitosa situación.
La problemática de Tumaco, puerta del Pacífico en nuestro departamento, es un flagelo que no es de ahora sino que se remonta a muchos años atrás, tiempo en el que los diversos gobiernos nacionales han derrochado promesas de pacificación y ayuda cada vez que las cosas parecen salirse de control. Pero, como lo podemos comprobar con los más recientes hechos en los que tres personas fueron asesinadas, de nada han servido operativos y acciones especiales para lograr que la costa de Nariño haga honor a su nombre.
Es así como hoy tenemos que registrar con mucha tristeza, dolor y rechazo, los asesinatos de los que fueron víctimas un directivo del Sindicato del Magisterio de Nariño, Simana, y dos jóvenes que departían en un establecimiento público situado en Llorente, zona rural de Tumaco. Ante esto lamentablemente debemos admitir que este corregimiento debe ser, sin ninguna duda, el más peligroso de Colombia, puesto que de manera permanente es escenario de toda clase de episodios de delincuencia y violencia organizada, que van desde las consabidas actividades del narcotráfico, las que a la postre son la madre y el padre de la mayoría de las cosas malas que ayer y hoy, tienen convertida en un verdadero infierno a nuestra costa.
Ahora la consternación es causada por el asesinato de un directivo de Simana, Byron Revelo, quien hacía parte de un comité del sindicato, enviado a Tumaco para la elección de una subdirectiva regional y de dos jóvenes que departían en un establecimiento público de Llorente. Se trató de un crimen a sangre fría, puesto que las víctimas fueron atacadas sin la menor oportunidad de defenderse por hombres armados, quienes les dispararon a la cabeza. En ese sentido no deja de llamar la atención que los occisos eran naturales de la vereda Inda Zabaleta que, como lo recordamos hace algunas semanas, también fue escenario de esa imparable violencia que como un cáncer carcome a nuestra costa.
Realmente ya no sabemos qué pensar respecto a todos estos asesinatos y hechos violentos que sin tregua sacuden a la zona costera de Nariño, puesto que la continuidad no solo de los crímenes en detrimento de toda clase de personas, entre ellos, líderes sociales y defensores de derechos humanos, sino también las nefastas actividades de las organizaciones de narcotraficantes, nos llevan a pensar que como están las cosas, no están muy alejados de la verdad quienes afirman que el Pacífico nariñense se encuentra escriturado a favor de los delincuentes.
Esto no se puede permitir bajo ningún punto de vista y, por lo tanto, ahora más que nunca le corresponde al Gobierno Nacional empezar a pagar la deuda de más de medio siglo que tiene con Nariño, en especial con su costa, puesto que precisamente ese abandono y olvido de décadas es la causa principal para que los generadores de violencia no cesen en sus malévolos propósitos de imponer su ley en este territorio.