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Consternación, angustia, confusión e incertidumbre, son los calificativos que de manera obligada tenemos utilizar para referirnos a la delicada situación de orden público que se vive en la costa pacífica de Nariño.
Se trata de una pesadilla que por estos días tiene como epicentro sectores rurales de Tumaco, donde desde hace una semana no se sabe nada del paradero de 11 agricultores, denuncia que fue instaurada por sus familiares quienes hasta el momento no reciben ninguna clase de información sobre lo que ha ocurrido con sus allegados.
Para completar el desasosiego la aparición en las últimas horas de dos cadáveres aumenta el terror y la duda entre las comunidades, puesto que no existe la certeza que estas personas hagan parte de la lista de desaparecidos, en tanto que se comenta que el número de quienes no se ha vuelto a saber nada podría llegar a 30 habitantes de las zonas rurales, lo que indica la gravedad de unos episodios sobre los cuales hasta el momento no existe ninguna claridad.
La triste realidad es que la violencia arrecia en el Pacífico de Nariño, en medio de la zozobra de miles de personas amenazadas de muerte por los gestores de una violencia que tiene su razón de ser en las actividades generadas por el narcotráfico.
Aparte de las extrañas desapariciones que en un momento dado podrían transformarse en casos de homicidios, los habitantes de nuestra costa afrontan todo tipo de calamidades, como es el caso de los desplazamientos por parte de diferentes comunidades, cuyos integrantes hombres, mujeres, niños y niñas, al verse en medio del fuego cruzado por parte de los grupos alzados en armas en disputa de territorio para las actividades del narcotráfico, no cuentan con otra alternativa para salvaguardar sus vidas que abandonar sus viviendas, cultivos y propiedades.
Lo que nos duele sobremanera es que desapariciones, asesinatos, desplazamientos, guerrilla, autodefensas, cultivos ilícitos y narcotraficantes no constituyen ninguna novedad en nuestra costa pacífica de Nariño.
Al contrario, todos estos males hacen parte de la historia de esta importante región de nuestro departamento de Nariño, no de ahora, sino de mucho tiempo atrás.
De allí precisamente se derivan todos los males que desde hace muchos años la azotan, desgracias que afloraron por un tradicional abandono estatal por parte del Gobierno Nacional para con el Pacífico colombiano.
De allí la continuidad de las tribulaciones que en estos instantes golpean con fuerza despiadada a Tumaco y a todos nuestros municipios costeros. De allí también el llamado que una vez más volvemos a reiterar para que se atienda el sentido clamor de la gente de la costa pacífica de Nariño.
Nos parece que las misteriosas desapariciones que hoy agobian a numerosas familias del puerto tienen de alguna forma que ser el punto de partida para que de una vez por todas el Gobierno Nacional le ponga la lupa a nuestra costa y se haga algo para erradicar el cáncer de la violencia que de manera implacable sigue carcomiendo todos los estamentos sociales de la región.
En ese sentido los miles de moradores de la costa no quieren más promesas incumplidas como las que se han venido haciendo en los últimos años, en las que presidentes de la República y gobernadores ofrecen desterrar la violencia y convertir la región en un Edén.