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Inicio esta columna deseándole a nuestro director Hernando Suárez Burgos y su familia, al personal de DIARIO DEL SUR y a todos nuestros lectores un: ¡Feliz y Próspero Año 2021!
Atrás quedó ya el 2020. Un año diferente, un año difícil, un año de muchos cambios en la forma de vivir y en la forma de convivir. El año de la pandemia, como se lo llamó al 2020 fue de aprendizaje, forzados por las circunstancias y basado en esas lecciones que nos dio la vida.
Después de un año en el que se agotaron los adjetivos para describir la extraña situación que nos tocó afrontar, hay que resaltar que, en medio de ella, una inmensa mayoría de personas encontraron nuevos horizontes, donde otros sólo vieron límites, para a partir de ellos descubrir oportunidades, dar el salto hacia otros retos y comprobar que efectivamente las crisis sí pueden ser el detonante que define un nuevo rumbo, tal vez hacia un mejor puerto.
Hemos entendido que la vida sigue y debemos adaptarnos a las nuevas estructuras de relación, a los nuevos esquemas de convivencia. Debemos aprender del pasado y ver hacia adelante, recordando que somos constructores de nuestro destino.
Acabamos de darle la bienvenida en todo el mundo al año 2021. Ahora es el momento de reflexionar y ver qué es lo que debemos cambiar en nuestra forma de comportarnos y de vivir el día a día. Momento de revisar qué debemos hacer para lograr nuestros objetivos y momentos de revisar qué nos gustaría tener en esta vida.
Sin excepción alguna, el año nuevo es importante porque nos da un espacio, un momento en el que podemos evaluar un periodo definido de tiempo, tomar lo que hicimos bien y reajustar la ruta para lograr lo que no logramos o incluso llegar más lejos.
Un nuevo ciclo nos da la oportunidad de replantear y diseñar nuestra vida en función de los que queremos lograr, colocando en el centro a los seres queridos y a la comunidad en la que estamos inmersos.
Pues, como lo dijo el Papa Francisco en este tiempo, en el que la barca de la humanidad, sacudida por la tempestad de la crisis, avanza con dificultad en busca de un horizonte más tranquilo y sereno, el timón de la dignidad de la persona humana y la “brújula” de los principios sociales fundamentales pueden permitirnos navegar con un rumbo seguro y común.
Pero no olvidemos jamás que “nadie disfruta las rosas sin aceptar las espinas, nadie construye una catedral o una casa sin colocar ladrillo tras ladrillo. Muchos ganadores se desalentaron algún día y pensaron que estaban persiguiendo un imposible, pero decidieron avanzar por el desierto hasta llegar al oasis y seguir sin flaquear. Tú también lo puedes hacer y lograrás lo que buscas si renuevas tu fe y fortaleces tu esperanza”.
Esforcémonos en ser felices. Busquemos en nuestro interior la llama de una ilusión pequeña, pero tenaz para alimentarla durante los 365 días que nos esperan. Y, “emprendamos, como lo expresó el Sumo Pontífice Francisco, la revolución de la alegría de la Evangelización, que significa imitar el amor de Cristo que libera y da verdadera felicidad para superar las divisiones, los personalismos y el individualismo.
Por: Luis Eduardo Solarte Pastás