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No hace una semana se posesionó el presidente Luis Arce Catacora en la hermana República de Bolivia. Después de casi un año de la salida del presidente Evo Morales, Bolivia estuvo convulsionada en manos de la presidenta Jeanine Áñez. Fue una transición pacífica y el discurso del nuevo presidente estuvo equilibrado sin partidismos demagógicos. Es de entender por una parte, que el MAS (Movimiento al Socialismo) del expresidente, obtuvo una victoria clara y contundente recuperando el poder después del golpe de estado a Morales el año pasado, caracterizado por hechos de violencia en las calles de La Paz.
Hubo un marcado contraste en los sucesos electorales en Estados Unidos que todos conocemos de sobra y no vale la pena recapitularlos porque hay suficiente ilustración. Contraste por la transición ecuánime llamando a la unidad boliviana por parte del nuevo presidente de filiación política totalmente opuesta a la del gobierno saliente de la Sra. Áñez. El contraste también es marcado por la condición tercermundista de Bolivia donde la democracia no ha tenido sus mejores días, comparado con los bochornosos acontecimientos en la primera potencia del mundo, protagonizados por el presidente saliente Donald Trump, frente al demócrata Biden. Hay algunos que rayan en lo inverosímil como cuando Trump se va a jugar golf mientras el destino de la nación está en el filo de una navaja.
En Bolivia accede al poder un economista que ocupó el cargo de ministro de economía durante 14 años con el presidente Morales. A él se le atribuye el llamado “Milagro económico” de Bolivia. Por su discurso, será un gobierno sereno interesado en completar la obra del gran paso económico dado en el gobierno del MAS, donde el PIB no bajó en todos esos años del 5%, superando a la mayoría de países de la región. Es un augurio de esperanza para el pueblo boliviano.
Por: Carlos Álvarez.