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Los problemas internacionales que afronta Colombia, no son cualquier cosa como para volver el rostro de lado. Revisten extrema gravedad, tanto que nos hace recordar la historia internacional del país que casi siempre ha salido perdedora.
Baste pensar lo que nos pasó hace unos pocos años con Nicaragua donde perdimos un montón de kilómetros en el Caribe aledaño al Archipiélago. Desde 1830 se dejó disolver la Gran Colombia, perdiéndose sucesivamente territorios, frente a Brasil, Perú, Ecuador y Venezuela. Recordemos Los Monjes.
Veamos: El problema con Nicaragua sigue latente por las pretensiones sobre la plataforma continental que llegaría muy cerca de Cartagena. Pero además el proyecto chino de construir un canal, aunque parezca utópico, aun hipotéticamente se debe tener claro cuáles serían las eventualidades.
Con Venezuela, el problema latente de la inmigración. Observamos con nuestros ojos lo que implica la avalancha de venezolanos que cruzan este país y muchos que se quedan. La acogida que el gobierno les ha dispensado es lo mínimo que se puede hacer por ellos como hermanos nuestros que son, pero implica una planificación para incorporarlos.
Aparte de eso, las relaciones con Venezuela siempre fueron cruciales para los dos países. El gobierno colombiano está a punto de romperlas y constituye un punto álgido en la diplomacia colombiana.
Con los Estados Unidos la cuestión se agudiza, más bien con los demócratas que asumieron el poder con Biden. Hay resentimientos que afectan la diplomacia porque la actitud torpe intervencionista del gobierno colombiano a favor de Trump, dejó un mal sabor en la Comisión de Relaciones del Senado norteamericano.
En España hay extrañeza con el vacío de embajador por la indecisión del nombramiento de Martínez Neira, con todos sus impedimentos morales que tuvo y no se pudo cristalizar, en buena hora. La interinidad duró alrededor de seis meses en una embajada tan importante. ¿Existe una cancillería?
Por: Carlos Álvarez.