Bogotá: Café La Botella de Oro

El atrio de la Catedral fue uno de los principales puntos de encuentro de los bogotanos de finales del siglo XIX. Funcionaba como una especie de balcón sobre la Plaza de Bolívar y entre esquina y esquina era el lugar preferido de muchos para “hacer visita”. En la esquina sur de atrio se encontraba la Casa de los Portales, construida hacia 1793 y atribuía a Domingo Esquiasqui. En 1891 en el local norte de la casa aparece la licorera La Botella de Oro, para más tarde convertirse en el afamado Café-Cantina. Durante más de cincuenta años el Café estuvo en este recinto y fue muy frecuentado por los visitantes del atrio, por poetas, comerciantes, periodistas y público en general en donde disfrutaban de tinto y licores para acompañar sus amenas tertulias y de las mejores mesas de billar que podían existir en la ciudad como lo indica un anuncio de 1926.


La Botella de Oro se convirtió en un lugar de encuentro muy importante para poetas como los miembros de la Gruta simbólica y también de Julio Vives Guerra quien le dedicó en 1931 un poema publicado en la revista El Gráfico (Ver gaceta Hojas de Café no. 4).


En octubre de 1948 la Casa de los Portales, para entonces mejor conocida como la Casa de la Botella de Oro, fue donada muy generosamente por la piadosa, Margarita Herrera de Umaña , su propietaria, en favor de Monseñor Ismael Perdomo, Arzobispo Primado de Colombia, para construir allí el Palacio Arzobispal, pues la iglesia había perdido su mansión principal en la calle 11 con carrera cuarta a manos de los incendiarios del 9 de abril de 1948. En su reemplazo apareció el nuevo Palacio Arzobispal que hasta hoy se conserva y desapareció La Botella de Oro con su aviso en forma de botella dorada y su balcón que tanto sirvió a los famosos oradores de las ruidosas manifestaciones del 13 de marzo de 1909, protagonizadas por Enrique Olaya Herrera en contra del gobierno de Rafael Reyes.

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